Poeta y político colombiano
Guillermo Valencia nació el 20 de octubre de 1873 en Popayán, Colombia.
Hijo de Joaquín Valencia Quijano y Adelaida Castillo Silva. Huérfano desde los diez años, gracias a su hermano mayor consiguió estudiar en el colegio de San José De La Salle.
Sobresalió como humanista, escritor, polemista, político, orador académico y parlamentario, diplomático y hombre de Estado.
Fue jefe del Partido Conservador además de desempeñar diversos cargos públicos y aspirar dos veces, sin éxito, a la presidencia de su país.
Poeta de rica imaginación, en sus notas se observa un cristianismo activo y operante; en sus versos se hacen presentes el misterio, la melancolía y la nostalgia. En Poesías (1898), libro que después tituló Ritos (1899) y reeditó ampliado en Londres (1914), reunió lo mejor de su obra. En el año 1924 publicó Catay, colección de poemas chinos que tradujo de la versión francesa de *La flûte de jade* (1879), de Franz Toussaint.
Casado con Josefina Muñoz Muñoz, con quien tuvo cinco hijos.
Guillermo Valencia falleció en Popayán el 8 de julio de 1943.
De Ritos
Leyendo a Silva
Vestía traje suelto, de recamado biso,
en voluptuosos pliegues de un color indeciso,
y en el diván tendida, de roho terciopelo,
sus manos, como vivas parásitas de hielo,
sostenían un libro de corte fino y largo,
un libro de poemas delicioso y amargo.
De aquellos dedos pálidos la tibia yema blanda
rozaba tenuamente con el papel de Holanda,
por cuyas blancas hojas vagaron los pinceles
de los más refinados discípulos de Apeles:
era un lindo manojo que en sus claros lucía
los sueños más audaces de la Crisología:
sus cuerpos de serpiente dilatan las mayúsculas
que desde el ancho margen acechan las minúsculas,
o trazan por los bordes caminos plateados
los lentos caracoles, babosos y cansados.
Para el poema heroico se vía allí la espada
con un león por puño y contera labrada,
donde evocó las formas del cielo legendario
con sus torres y grifos un pincel lapidario.
Allí, la dama gótica de rectilínea cara
partida por las rejas de la viñeta rara;
allí, las hadas tristes de la pasión excelsa:
la férvida Eloísa, la suspirada Elsa.
Allí, los metros raros de musicales timbres:
ya móviles y largos como jugosos mimbres,
ya diáfanos, que visten la idea levemente
como las albas guijas de un río transparente.
Allí, la Vida llora, y la Muerte sonríe,
y el Tedio, como un ácido, corazones deslíe...
Allí, cual casto grupo de núbiles Citeres,
cruzaban en silencio figuras de mujeres
que vivieron sus vidas, invioladas y solas
como la espuma virgen que circunda las olas:
La rusa de ojos cálidos y de bruno cabello
pasó con sus pinceles de marta y de camello;
la que robó al piano en las veladas frías
parejas voladoras de blancas armonías
que fueron por los vientos perdiéndose una a una
mientras, envuelta en sombras, se atristaba la luna...
Aquesa, el pie desnudo, gira como una sombra
que sin hacer ruido pisara por la alfombra.
de un templo... y como el ave que ciega el astro diurno
con miradas nictálopes ilumina el Nocturno
do al fatigado beso de las vibrantes clines
un aire triste y vago preludian dos violines....